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Y pareciera que fue ayer... Un año sin Meli.

Por José Carlos Montalban, 17 de marzo de 2016

Y pareciera que fue ayer cuando el Señor Dios decidió que ya era hora, que ya tu vida había dado todo lo que tenía que dar, que ya habías demostrado todo lo que tenías que demostrar y que ya nos habías enseñado cómo vivir a pesar del sufrimiento y cómo creer desde la enfermedad y el dolor.

 

Y pareciera que fue ayer y es un “ayer que pasó”, un instante de 365 días. Fue justo cuando Él lo quiso puesto que tiene reservado el “Derecho de admisión” y la potestad para dar por finalizado el contrato que de por vida hizo contigo. Fue justamente en el momento que coincidió con la fecha de paso que tenía tu historia apuntada en la página correspondiente del libro de la Vida.

 

Y pareciera que fue ayer cuando te despedíamos, cuando quien más y quien menos daba gracias al Padre por tu vida, por tu aguante, por tu paciencia, por tu rebelde humildad incluso más allá de lo que parece posible aguantar, por tus enfados y peleas con el de arriba hasta el final, pero también por tu dejarte vencer, por tu querer abandonar y a la vez tu capacidad para levantarte una y otra vez.

 

Pareciera que fue ayer y ya eres un continuado recuerdo vivo mantenido en las memorias de muchos durante un puñado de días. Alejada a ultranza de todos por decisión firme y sin embargo, antes como ahora, en la mente y el corazón de tantos que te siguen teniendo presente a diario.

 

Y como para que viéramos que no era algo habitual, te vas a la hora de la Misericordia - las tres de la tarde, te vas en la víspera de San José - el patrón de la buena muerte, y te vas con un gesto de paz en ti rostro, justo después de que  te diera las cremas de la cara (estar enferma no era sinónimo de descuidar la piel), y justo cuando un gesto de media sonrisa asomó, quizás como mensaje para los que nos quedábamos de que no debíamos estar tristes, como un recordarnos que todo había salido como tenía que salir.

 

En este momento quisiera hacerte llegar mi recuerdo, decirte que estás ahí y ahí seguirás sea cual sea la siguiente etapa del éxodo de mi vida, que seguiré peleando por intentar que todo siga yendo lo mejor posible, que cumpliré tus encargos lo mejor que sepa y que pueda y que a diario elevaré al buen Dios una oración para que te haga vivir todo lo feliz que se pueda (no sé si ahí, en esa mansión, hay también grados) porque quizás, siendo egoísta-solidario, sea una forma de recordarte que los que seguimos por este lado de la vida seguimos necesitando que le des la lata al JEFE y que, como tantas veces decías, le digas a la Madre que nos proteja y nos cubra con su manto.

 

Solo me queda despedirme, como solíamos hacer: ¡Hasta que Dios quiera, amorcete!

 

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